Publicado En: Lun, jun 6th, 2016

Porque buscamos estar en pareja

Nicole-Cafatti-Psicologa

El amor de pareja es tan adictivo como una droga, produciendo efectos muy similares a nivel cerebral y conductual. Una de sus características es que, al experimentar amor, se activan las mismas regiones cerebrales que cuando se consume cocaína u otras drogas y además genera una enorme necesidad a contactarse con el otro (su droga), incluso cuando eso no ocurre, puede generar malestares como pérdida de sueño, aumento o disminución del apetito, entre otros, desarrolladas por la ansiedad de separación. Las personas enamoradas anhelan su droga, distorsionan la realidad, hacen cosas peligrosas e incluso inapropiadas con la finalidad de conseguir mantener a su enamorado, pero lo más interesante de todo, es que casi un 100% de los seres humanos experimentan esto, siendo algo tan necesario que incluso la gran mayoría supone estar destinado a tener una pareja en algún momento de su vida, aunque no sepa bien cómo funcionará.

Parece evidente que estar enamorados es algo que todos compartimos de manera natural, necesitamos este flujo cerebral, estos impulsos y sentimientos para dirigir nuestro cortejo. En las relaciones de pareja, se ve involucrada la sexualidad, conducta que responde a la necesidad de reproducción, siendo uno de los primeros y más básicos actos del ser humano, razón por la cual probablemente la naturaleza de forma sabia no ha cambiado mucho su funcionamiento. El impulso del amor esta profundamente arraigado en el cerebro humano, siendo una necesidad fisiológica, un instinto animal y el resultado de un flujo químico. Helen Fisher, una famosa antropóloga que ha destinado gran parte de su vida a estudiar este funcionamiento, lo llama “circuito cerebral del amor”.

Luego de más de 30 años Fisher ha llegado a la conclusión que el cerebro humano pasa por tres etapas en relación al amor, las cuales denomina lujuria, amor romántico y apego. La “lujuria” se caracteriza por durar hasta 12 a 18 meses y presentar un fuerte impulso sexual, donde se elevan neurotransmisores y hormonas que generan en las personas una sensación de éxtasis, hiperactividad, cambios en el apetito, aceleración del corazón, inquebrantable motivación, comportamiento dirigido a metas, entre otros y por supuesto una sensación de bienestar, optimismo y elevado deseo sexual. Cuando todos estos movimientos dentro del cerebro son mantenidos en el tiempo entramos en el “amor romántico”, se da una focalización de la atención sobre un solo individuo (el que hemos preferido), con una duración de 1 a 3 años, donde estos neurotransmisores ahora generan la sensación de soñar despiertos y reiterados pensamientos sobre la persona que nos atrae. Es común en esta etapa pensar que nuestro amado tiene mas cosas positivas de las que realmente tiene, llevándonos a aumentar la capacidad de memoria sobre estos nuevos estímulos, llegando a pensar en infinitos detalles de la persona que amamos, quitándonos el sueño y aumentando la libido. Es acá donde la evolución toma sentido, ya que este pensamiento fijo en el otro genera una necesidad vital, por lo que se despiertan las conductas asociadas a la supervivencia. Es probable que por esta razón no nos parece extraño escuchar a personas estén dispuestas a matar por amor. Finalmente tenemos el “apego” o amor maduro, donde lo central ya no es el sexo o la pasión, sería intolerable mantener esa emoción durante tanto tiempo, no llegaríamos al trabajo, no pensaríamos con claridad, etc. El entrar en esta nueva etapa nos da una enorme recompensa que es la unión de pareja y la estabilidad necesaria para poder formar una familia, las parejas necesitan un nuevo set de “redes cerebrales” para poder criar a su hijo en equipo y es en esta etapa donde se genera.

Entonces parece evidente que como raza humana requerimos estar en pareja en algún momento, ya que no solo es algo tentador emocionalmente, si no que cerebralmente estamos diseñados para conseguirlo, lo necesitamos para poder mantener nuestra especie y así trascender. Sin embargo, hemos evolucionado a tal nivel que cada vez hay menos personas que desean tener hijos y priorizan otras cosas como el trabajo, quizás sea por esta razón que la necesidad de trascender ha cambiado de medio y actualmente, al estar tan conectados, podemos conseguirlo sin tener hijos. Antiguamente nuestros hijos contaban nuestras historias, actualmente están en la red. Pero lo que no podemos cambiar aun es esta tendencia a buscar parejas, por más que no deseemos hacerle caso al fin último de la satisfacción de nuestro instinto. ψ

Nicole Cafatti
Psicóloga