Publicado En: Lun, abr 10th, 2017

LA SEÑORA QUE NO HALLABA QUÉ DECIR

Por Cristián Labbé G.

Siempre he admirado a los “genios” de la literatura que escribieron cuentos infantiles para que los leyeran los grandes y criticar a la sociedad en la que vivieron –Swif y Los viajes de Gulliver, Oscar Wilde y El Príncipe Feliz; El mago de Oz, de Frank Baum, etc… El mérito es mayor aún si se piensa que lo hacían sin la base estadística con que analizamos la contingencia hoy.

Es fácil y seguro comentar nuestras tribulaciones sociales y políticas si hace pocos días se dio a conocer una nueva versión del World Happiness Report 2017 (Reporte Mundial de Felicidad 2017) en el que se analiza cuáles son los países más alegres del mundo. Noruega se llevó el premio como el país más feliz de la tierra y Costa Rica el primer lugar en Latinoamérica, mientras que nuestro país quedó rezagado en el lugar 20.  La explicación la dio el director del Happiness Research Institute en Copenhague: “Lo que funciona en los países más felices es una sensación de comunidad y entendimiento en el bien común.”

¡Todo lo contrario de lo que nos sucede a nosotros! Cada día más divididos, más intolerantes, más irreverentes y más odiosos… (materia suficiente para un cuento de Dickens).

El humor del festival de Viña y las groseras rutinas de Yerko Puchento… sin comentarios, pero “cuento aparte” las agresiones sufridas por el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, a quien le arrojaron monedas e insultaron mientras almorzaba en el paseo Huérfanos con el presidente de Codelco, Nelson Pizarro.

Lamentablemente este ambiente de intolerancia no es un cuento ni una ficción literaria, es una realidad que se viene dando en nuestra sociedad desde hace tiempo y representa la “sensación de naufragio” en que vive el país, la falta de expectativas, las pocas ganas de emprender y todo aquello que hoy nos muestra una sociedad opaca y sin brillos. Cómo no, si según la última encuesta CEP la mayoría de los chilenos cree que la situación económica no es buena y otorga un muy bajo porcentaje de aprobación a la clase política.

Claramente no íbamos a estar entre los habitantes más felices de la tierra si en realidad vivimos un ambiente marcado por la intolerancia, la agresividad y la falta de respeto, donde a menudo surgen actitudes sociales, políticas, económicas y culturales contrarias a la sana convivencia. A diario comprobamos cómo se violan y denigran los tan mentados derechos ciudadanos y cómo se consagra, no a la persona con sus propias y diversas identidades, sino que se “diviniza” el prejuicio, basado en generalizaciones inflexibles, fanáticas y exaltadas.

Por eso cuando la señora Bachelet mostro su “indignación” ante la violencia sufrida por su ministro confirmó una vez más que ella es un cuento aparte y que no le entran balas: simplemente dijo “Este clima de odiosidad no se condice con una convivencia democrática”, y eso sería todo.

Tal situación me trajo a la memoria un cuento de Oscar Wilde, El Hombre que contaba historias, donde el personaje salía del pueblo por las mañanas y cuando regresaba la gente le pedía ¡Vamos, cuenta! ¿Qué has visto hoy?, y él contaba una historia. Hasta que llegó el día en que su fantasía se agotó y ya no tenía más que contar… Asimismo, para nosotros hoy, ¡ya no hay nada que nos sorprenda… y por lo tanto,  la señora ya no tiene que decir!