Circunstancias Hemipléjicas
En una de esas “tertulias republicanas” a las que asisto con frecuencia, un prestigiado analista pontificaba sobre la contingencia política, los comensales, asentían lo que se decía con ligeros y formales movimientos cervicales, en mí la sensación era distinta algo no terminaba de cuadrarme: mucho dato, mucha referencia, mucha oratoria, sin lo más importante, una adecuada relación de los hechos con las circunstancias. Para el relator todo parecía tan claro y nítido, que consideraba la realidad como algo que sucede en forma cierta e inmutable y no como algo más complejo… “como un conjunto de perspectivas donde la realidad no es ni más ni menos que la suma de variadas perspectivas” (Ortega y Gasset, Meditaciones sobre el Quijote).
Mientras pensaba que de ser así de sencillas las cosas, la solución estaría a la vuelta de la esquina, recordé lo que recomendaba a mis alumnos: antes de cualquier análisis politico, o cuando vayan a opinar sobre el acontecer nacional o internacional, tengan presente lo planteado por Ortega… “como personas vivimos en un espacio y en un momento histórico que nos genera unas formas particular de ver y de pensar la realidad” (“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”). En otras palabras, no hay verdades atemporales, sino perspectivas de la realidad, las que hay que saber interpretar y de las que hay que hacerse cargo… si se quiere ser exitoso.
Esto, tan obvio y de sentido común, es tan poco usual entre los actores políticos y los analistas de la contingencia -quienes se dejan arrastrar por casos aislados e incoherentes, por percepciones fugaces, por la inmediatez de los hechos o por qué no decirlo, por lo políticamente correcto-, que tan solo consiguen hacer sentir al ciudadano común que la realidad que él vive es muy distinta a la de los señores políticos y sus adláteres, con los naturales resultados de… ¡indiferencia, apatía, inercia!
Circunstancias “patéticas” de la que nadie pareciera hacerse cargo: en el sector publico veinte días de paro ilegal; el comité político no funciona; la presidente se va de viaje y de vuelta… cambia al ministro de deportes y otra vez se va de viaje; la economía no crece; los partidos se sacan los ojos entre ellos; en la Araucanía no hay estado; la mediocridad campea; el desgobierno es total… Confusas circunstancias a las que nos hemos ido acostumbrando, distraídos por el futbol, múltiples acusaciones de corrupción, hechos policiales de la más variada connotación y alcance… Todo se mezcla, lo principal con lo accesorio, el día a día con el largo plazo, el abuso de poder con la falta de autoridad, lo trágico y fatal con lo ridículo…
Vivimos una peligrosa “parálisis política”. Indiscutiblemente nuestra sociedad política padece de inoperancia motora grave, una verdadera hemiplejia en la que el lado político le niega al resto de la sociedad, el derecho a un futuro libre, con desarrollo y bienestar. Imposibilitado nuestro país para crecer y progresar debido a esta insana obstrucción, surge el desánimo y el deterioro de los agentes del crecimiento, con lo cual el porvenir, siendo tan poco auspicioso, termina contaminando irreversiblemente a la base de nuestra sociedad que aún se mantiene sana y con energía.
Mi contertulio vecino, sabio, simple y directo, me pregunto al oído “bueno y que se hace entonces”. Sin que me escuchara nuestro relator le conteste: “Con los actuales galenos de nuestra sociedad política no tenemos muchas posibilidades de pronta recuperación. Si queremos salvarnos como dice Ortega, se requiere que en las próximas elecciones haya renovación de actores, nuevas ideas, nuevas energías: es necesario que aparezca una visión más clara de la tendencia de los tiempos… el mundo viene de vuelta ”.