Publicado En: Vie, sep 8th, 2017

Pobreza y futuro

Rodrigo_Araya_Chandia

La lucha contra la pobreza en Chile ha sido un desafío histórico que tal vez jamás concluya. Distintos bloques políticos han planteado sus propuestas en voces de sus candidatos, siendo defendidas fervientemente por sus adherentes. Una ley obligaba hace algunos años a los mayores de edad a votar pese a no estar totalmente de acuerdo con uno de ellos, lo que, de algún modo, generaba la necesidad de informarse acerca de las propuestas para, al menos, apoyar al “menos malo”.

La pobreza también es moral, cayendo al punto de ponderar en extremo lo bueno y lo malo, por intrínsecamente bueno o malo que sea el hecho o propuesta que se discute. Hoy, tristemente, existen algunas personas que tienen más o menos derecho a nacer y a vivir que otros, cayendo en la menudencia relativista acerca del inicio de la vida, menoscabando la existencia, potencialidad y dignidad del ser humano.

A los adultos mayores también los hemos abandonado. Llegar a viejo en Chile es llegar al ocaso de la vida, literalmente: se apagan las oportunidades, aumentan las enfermedades, la sociedad no responde, la clase política tampoco, el sistema de salud no funciona, las jubilaciones no alcanzan y surgen voces que plantean salidas a través de una supuesta “muerte digna”, asistida, ante tanta indiferencia y soledad.

Lo anterior es muestra de las diferentes caras de la pobreza, esas que van mucho más allá de lo meramente material.

Sin embargo, y particularmente en un año de elecciones, no puede dejar de inquietarnos de modo especial una de las pobrezas que más evidentes y preocupantes para la nación, hoy por hoy: la pobreza de nuestra clase política.

Tal parece que el hambre de votos, la rapidez de los tiempos, la imposición de las consignas, las tendencias en las redes sociales, el impacto de los medios de comunicación, la contingencia, las boletas, las inversiones, los movimientos sociales, los favores políticos, lo “correcto” o “incorrecto”, el “clamor del pueblo”, la “inmensa mayoría”, los “cientos de miles de chilenos”, han pasado la aplanadora a las ideas serias y respetables de la política de antaño, a los proyectos país, a la visión de una sociedad más justa con más y mejores oportunidades, con valores, principios, derechos y deberes, garantías y responsabilidades, pero por sobre todo, una sociedad honorable, donde hombres y mujeres valoren y respeten la palabra empeñada, sin importar la popularidad o impopularidad de la misma.

Superar la pobreza, en este último caso, tiene más que ver que con lo que somos capaces de dar que con lo que necesitamos recibir. Es urgente entregar al país otra oportunidad, respecto de la cual todos podemos hacernos parte: una cruzada en la formación de nuevas generaciones que conozcan sus derechos y los hagan valer, pero también sus deberes y los cumplan, que vivan el respeto, que busquen y amen la verdad, que luchen por la libertad y que, en definitiva, enaltezcan a nuestra patria, llevando el nombre de Chile al lugar que merecerá ostentar.

Rodrigo Araya Chandía

Estudiante de Derecho

Universidad Santo Tomás