Publicado En: Lun, jul 6th, 2015

Miguel Kozuszok: “La sustentabilidad es buen negocio, pero no se puede ser extremista”

El Presidente de Unilever para América Latina dice que el cambio de prácticas debe darse gradualmente y a la par de un alza en las ventas.

unilever

Parte de su argumento para concluir que la sustentabilidad es un buen negocio está en que -según afirma- las marcas que tienen un propósito social (desde emitir mensajes para mejorar la autoestima hasta colaborar y educar para el uso responsable del agua) y productos hechos con materias primas y prácticas cuidadosas del medio ambiente, crecen en sus ventas al doble de velocidad que el resto y obtienen dos puntos más de rentabilidad. Pero a la vez, advierte que avanzar en el camino para ser sustentable exige no ser extremista, porque tratar de imponer productos al consumidor sin darle opciones podría hacer salir a la empresa del mercado, junto con todos sus planes.

Miguel Kozuszok es presidente de Unilever Latinoamérica y está convencido de que hacer negocios con la guía de la sustentabilidad -algo que se traduce en múltiples prácticas, como el desarrollo de productos con fórmulas concentradas para reducir el tamaño de los envases. o la educación brindada a productores agropecuarios- es cada vez más necesario. Y dice que, para que exista impacto, a la larga la actividad económica toda deberá ser sustentable.

Se trata de combinar la rentabilidad económica con metas de mejora de la calidad de vida de las personas y de freno y reversión de los daños medioambientales. Más allá de la acción de algunas compañías, son cada vez más los académicos y gurúes globales, como el caso de Michael Porter, que postulan que una reconversión del capitalismo orientada en ese sentido será, más tarde o más temprano, la única forma viable de actuar en el mundo de los negocios.

El directivo de Unilever considera que los gobiernos actúan en general en función de lo más urgente, que no necesariamente es lo más importante y que, por esa razón, este tema no llegó como prioridad a las agendas políticas. “Pero compañías como la nuestra, que trabajan en el largo plazo, no pueden obviar que si no hacemos algo hoy no tendremos negocios en 30, 40 o 50 años”, advierte. La firma diseñó, a nivel global, un “Plan de vida sustentable” para esta década (2010-2020) con los objetivos de duplicar el negocio y a la vez, mejorar la calidad de vida de 1000 millones de personas y reducir a la mitad el impacto ambiental de su actividad.

“El capitalismo, cuando nació, se propuso obviamente generar dinero, pero a la vez estaba la idea de hacer surgir una nueva clase social y mejorar la calidad de vida de las personas; en algunos lugares eso funcionó y en otros no. Luego, el sistema empezó a tener objeciones bastante significativas y en muchos casos justificadas, y ahora estamos en el momento en que sabemos que los recursos son escasos”, describió Kozuszok, en una charla que mantuvo con LA NACION el miércoles pasado, luego de presentar los resultados parciales del plan de la compañía.

Esos números muestran que entre 2010 y 2014 se elevó, por ejemplo, de 10 a 55% la participación de materias primas sustentables en la elaboración de alimentos. ¿Qué implica esa definición? Kozuszok explica que se capacita a los productores en materia de protección del suelo y de no deforestación, y que el mejor rendimiento de las tierras lleva a evitar el trabajo infantil, paso primario para romper el círculo de la pobreza.

Algo que no se ha logrado bajar aún es la emisión de gases de efecto invernadero en el uso de los productos, es decir, la liberación de dióxido de carbono (CO2) que en las cantidades actuales es considerada causa del calentamiento global. En este punto, un dato que también tiende a explicar por qué ocuparse del medio ambiente será algo necesario para los negocios: según Kozuszok, el cambio climático ha tenido un costo global, para la firma, de unos 300 millones de euros.

Desde 2010, la emisión de gases creció 4% por el consumo de productos, una etapa que se integra en la medición y que representa el 70% de la huella ambiental producida por la firma. Eso tiene que ver con hábitos en los hogares. “Estuvimos 100 años diciéndoles que disfrutaran de la ducha”, ejemplifica Kozuszok respecto de los consumidores. El problema es que ahora, sin dejar de tratar de vender los productos, de lo que cree que es necesario convencer es de salir del agua del baño… a los 4 minutos.

Según los resultados de una encuesta hecha por la consultora Provokers entre 500 argentinos, existen conductas tendientes a lo sustentable que están algo más arraigadas que otras, pero muchos sólo asumen ciertas prácticas en forma ocasional. Por ejemplo: la mitad de los consultados dijo que muy frecuentemente pone cuidado en no derrochar agua al lavarse lo dientes o al afeitarse, mientras que otro 30% hace eso “bastante seguido” y un 17%, sólo “ocasionalmente”. Índices similares se obtuvieron en la pregunta sobre el ahorro en el consumo de energía eléctrica o del agua a la hora de lavar los platos.

Aquello de bañarse rápido es algo muy frecuente para el 35% de los consultados. Entre las prácticas de la vida cotidiana en las que menos adhesión parece haber respecto de hacerlas de modo sustentable están el transporte, las compras y el trato que se le da a la basura. Un 27% dijo que nunca separa los residuos orgánicos del resto y un 22% afirmó que nunca recicla. Y al comprar, solamente un 21% privilegia muy frecuentemente a las marcas ecológicas o sustentables.

Desde el concepto de que las metas de la firma abarcan al consumidor y sus conductas, Kozuszok reconoce que aún es difícil la tarea de comunicar la diferencia entre responsablidad social empresaria y un negocio que busca convertirse para que sus procesos, de manera integral, sean sustentables. Para este objetivo, dice, “hay que garantizar que mientras se va haciendo la conversión el negocio sea cada vez más exitoso, y el éxito tiene que ver con el crecimiento”.

En la Argentina, esto último deberá esperar tiempos mejores. El consumo, según la proyección de Kozuszok, terminará este año sin novedades, con índices similares a los de 2014: se espera una variación de entre menos dos y más dos puntos porcentuales. Es decir, un estancamiento.