Publicado En: Lun, nov 28th, 2016

La Araucanía no es un Circo…

La temporada circense está en su apogeo… El circo político en función permanente y de más está decir que este no es de aquellos de una sola pista, como los antiguos: son varios los escenarios en los cuales se lucen conspicuos personajes. En esta época de postmodernidad y adelantos tecnológicos, las pantallas y las redes sociales dan cuenta de otros espectáculos que se suceden en el exterior… La idea es que nos “distraigamos”, no vaya ser que por esas casualidades de la vida nos demos cuenta de las graves situaciones que se viven en nuestra propia casa.

Para donde uno mire y se mueva, hay algo que distrae:  los malabares de Garay para estafar a un puñado de incautos; las contorsiones de la selección para llegar al mundial de futbol Rusia 2018; la magia y las brujerías de un estudiante para entender el financiamiento universitario; las bufonadas de los casi veinte candidatos presidenciales; las “vueltas de carnero” de los politólogos criollos después de la elección de Trump y como si todo eso fuera poco… la muerte de Fidel, donde alcanzamos otra categoría, ¡un montaje dramático de artes circenses y callejeras apenas superable por el Cirque du Soleil!

Mientras en la arena política el show continúa, a pocos kilómetros de la capital y bajo las narices de nuestras autoridades la Araucanía vive un estado de inseguridad, violencia y terrorismo que muy poco se diferencia de conflictos armados que tienen lugar en otras latitudes y a los que les prestamos todo tipo de atención e incluso cooperación, como es el caso de las FARC en Colombia.

Se habla con gran liviandad de “la causa mapuche” y sin más razones que la carga emocional que genera la cuestión de los pueblos originarios, se adhiere irresponsablemente a sus demandas sin considerar la profundidad del tema y lo complejo de la situación. Simplemente “es lo políticamente correcto”.

Cabe recordar que hasta la década del 90 el pueblo araucano había logrado una integración histórica, social, jurídica y política con la nación chilena, viviendo en paz con el estado y su autoridad (Pinochet fue nombrado “fta Lonco” -Lonco de los Loncos- por el Concejo de Loncos de la Araucanía). Esto no quiere decir que no hubiera conflictos… siempre los habrá.

Fue solo a partir de los 90, con motivo de los 500 años del descubrimiento de América, cuando por mal manejo de la autoridad y por razones estrictamente políticas se empezaron a izar las banderas indigenistas… La política, con su odiosa carga ideológica, dividió lo que la historia con el tiempo había fundido en una sola nación.

Quienes crean tener la necesidad de establecer la verdad histórica tal como fue y desvirtuar afirmaciones corrientes, mitos y falsedades utilizadas para apoyar posiciones ideológicas y obtener ventajas de manera fácil, deben leer a Sergio  Villalobos, premio nacional de historia, en cuya obra “La Araucanía: Historia y falsedades” se contrastan los hechos históricos con el indigenismo reivindicacioncita que vive la Región de La Araucanía.

La Araucanía es un problema de la mayor gravedad. Son ya 25 años de conflicto. Al igual que lo sucedido con las FARC, estamos hablando de “Zonas Rojas”, de lucha armada, de terrorismo, de parceleros desplazados, de más de 1500 denuncias de violencia armada y de 200 camiones quemados, de miles de hectáreas arrasadas y otras tomadas a fuego… Increíble.

Dejemos el circo para los niños y preocupémonos de verdad de la Araucanía, ¡que luego será tarde!