Publicado En: Sab, ene 5th, 2019

El Maestro y su Discípulo Copuchento

cristian-labbe
Pasar el año nuevo en Rapanui – nombre oficial de Isla de Pascua desde 2018-  tiene su magia. No es menor estar literalmente en el lugar geográficamente más aislado del mundo; por lo mismo, se reconoce a la isla como “Te Pito O Te Henua” (El Ombligo del Mundo); si a eso le sumamos el hechizo transmitido por sus Moais que sigilosamente vigilan el respeto a sus ancestros y, si a todo ello le agregamos la alegría espontánea de sus lugareños, completamos un ambiente difícil de describir.
La experiencia… ¡mágica! Pasar la media noche en la ciudad ceremonial de “Tahai” resulta algo único… que sólo desaparece cuando a los pocos minutos la realidad nos recuerda que estamos en el siglo XXI y nos confirma que aquello, que geográficamente aparece como tan aislado, está en total conexión con el mundo…
Los celulares empezaron a sonar y no pararon más… “Selfies” van y vienen, chat, twitter, spotify, etcétera, ¡la Torre de Babel en el medio de la nada…! en chino, japonés, francés, inglés, incluso en chileno (sobraban los: ´…on, ´…ones, …p´tas y demases): todos se saludaban y en los más típicos restaurantes los “plasmas” de última generación mostraban en vivo y en directo cómo se festejaba el nuevo año… “around de world”… ¡De aislamiento, ni hablar!
Hoy por hoy la tecnología ha permitido que estemos intercomunicados al instante, y la web nos mantiene informados de cuanto ocurre hasta en los más apartados rincones del mundo… Vivimos en la era de las redes, lo que no es malo… pero tampoco, tan bueno.
Lo bueno está a la vista, pero donde nos perdemos -más que un poco- es en lo malo. Por comodidad e irresponsabilidad además de otros múltiples factores, en la actualidad cada vez son menos las personas que razonan, aunque sea ligeramente, sobre si la información, o al menos la fuente que la envía, son relativamente confiables y, sin más, las hacen suyas… y luego las viralizan con un simple “clic”. Si esas conductas las multiplicamos por millones llegaremos a la posverdad, a las fakenews, y al que todos creen todo y al mismo tiempo nadie cree a nada… Poco a poco nos hemos ido “enredando…”
Claramente, la culpa no es de las redes… las redes han existido desde tiempos inmemoriales; si antes eran más secretas, hoy son más abiertas, más rápidas, más extendidas. El boca a boca, el papel y la imprenta, fueron remplazados por modernas tecnologías.
Lo que sí hemos olvidado es que toda comunicación tiene entre sus componentes claves “el transmisor” y “el receptor”, y ambos tienen sus propios “sesgos” que afectan la objetividad del mensaje, por lo que es tarea de todos decodificar cualquier mensaje que nos llegue de fuentes en las cuales no tenemos certeza de su veracidad…
Lamentablemente eso que parece tan simple es exactamente lo que no hacemos, con lo cual contribuimos a que proliferen en las redes mensajes odiosos, negativos, intolerantes y contradictorios.
Alguna vez escuche el cuento de un discípulo que llega agitado donde su maestro porque tenía algo que contarle… El maestro le preguntó: ¿Es real lo que me vas a contar? -…en verdad lo oí;  ¿lo que quieres decirme es bueno? -…en realidad no; por eso mismo, ¿es necesario que me lo cuentes? -…para ser sincero no… El maestro sonrió y le dijo… ¡entonces olvídalo, que tengas un buen día…!
Cristián Labbé Galilea.