Publicado En: Lun, jun 27th, 2016

Cuando nosotros cambiemos

El estar bien o mal fluye de sensaciones demasiado amplias y relativas, y en ello todo depende del prisma desde el cual se observa. Siempre se puede estar mejor, pero también peor. Lo que sí está suficientemente claro es que el asunto, en términos generales, depende mucho de uno mismo. También es cierto que, para no pocos, existen circunstancias que no dependen de uno y otras que, con no poca porfía, nos hacen verlas solo en  un sentido negativo: “Las cosas no van a cambiar”. Es innegable que muchas situaciones ajenas a nosotros pueden conseguir alterar nuestro sentido positivo de la vida, pero es indudable que nuestra mente procesa todo acontecimiento que afecta a nuestra realidad y el sentido que le demos no va a depender de nadie, sólo y exclusivamente de nosotros mismos. Esto es maravilloso, algo extraordinario que tenemos en nuestras manos, y que solo debemos saber utilizar… “Las cosas van a cambiar cuando nosotros cambiemos”

El desafío parece simple… Sin embargo, no lo es tanto: el entorno muestra otra realidad. Nos distraemos (literalmente) comentando el futbol y sus resultados, discutiendo el efecto de las “parrillas” en la emergencia ambiental, criticando la violencia en La Araucanía y la inseguridad que campea en todos lados; nos sorprende Lavín de candidato a Alcalde de Santiago, Guillier de candidato presidencial y por último, como nos creemos los ingleses de América, estamos más preocupados de los efectos del Brexit que del movimiento estudiantil… Entretención tenemos para rato y siempre la conclusión es la misma, el tema es estructural… Dejamos de ser un referente de progreso y de esas políticas públicas creativas que nos convirtieron en modelo internacional de buen Gobierno.

Ante esta realidad es que brota la urgente necesidad de romper con los viejos paradigmas y ver la realidad y el futuro desde una perspectiva optimista… Sin dejar de ser realistas, debemos dejar de quejarnos y empezar a actuar. Las bases están.  Si uno mira a su alrededor se aprecia mucha gente. La gran mayoría, ansiosa de que las cosas cambien, está cansada de sentirse burlada y de comprobar que las hechos negativos se repiten una y otra vez.

Esos somos los desencantados, los decepcionados, los defraudados, los que nos encontramos dispersos, sin estructura, los que no nos sentimos representados por nadie del espectro político actual, los que tenemos la obligación de activar y tejer redes (virtuales, sociales y personales) a través de lo largo y ancho de nuestro país. Convocados por una amplia, tolerante y respetuosa visión política, que entiende al hombre como un ser superior y anterior al estado y donde la libertad y la responsabilidad sean parte fundamental de la sociedad, debemos concretar nuestra capacidad de unirnos con total independencia, sin militancias, sin estructuras, solo con el propósito de cambiar las circunstancias políticas que estamos viviendo, monopolizadas por una minoría que desde las estructuras del poder formal domina la realidad a su entera maña.

De Arica a Magallanes, de cordillera a mar, en localidades rurales, en pueblos, ciudades, grandes y pequeñas, debemos tejer la gran red de los independientes, a través de pequeñas mallas que cuando llegue el momento, y se unan, puedan articular esa mayoría dispersa y silenciosa anhelante de que este país se aparte de la ruta de la mediocridad y se oponga con fuerza a quienes prometen futuro con candidatos que ya en el pasado hicieron lo mismo, prometer, para luego, desde el poder, incumplir, fallar, defraudar al país.

Por Cristián Labbé G.

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